jueves, 16 de marzo de 2017

Los vikingos atacan Asturias VI

   Desde que viajé al valle del Rin el verano pasado, empecé a interesarme por la saga de los Nibelungos, la gran epopeya germano-nórdica que inspiró historias como El señor de los anillos o nuestra leyenda de Los 7 infantes de Lara. En mi anterior viaje a Alemania en 2014 ya había comprobado la importancia que tiene esta epopeya para la nación alemana, como así lo demuestran los impresionantes murales del castillo de Neuswanstein en Baviera (sí, el de los puzzles). De regreso a España compré el libro. Es bastante denso, así que lo voy leyendo "de a pocos", como dice Jose Mota. 



    El caso es que tanto en la saga de los Nibelungos como en otras historias germánicas y vikingas, siempre se destaca la enorme importancia que los vikingos daban a la posesión de un tesoro. Recordemos la saga del héroe sajón Beowulf o incluso el tesoro de los enanos de El hobbit. El prestigio de un vikingo se medía no solo por su valor y hazañas, sino también por la posesión de un tesoro, parte imprescindible si querían tener un buen C.V. (en aquellos tiempos ese C.V. no incluía tener un C1 de inglés, a Odín gracias...). 


 El tesoro cumple un papel esencial en la saga de los Nibelungos. En el capítulo 2 se lee que en un festín que ofrecieron los padres de Sigfrido "correspondió a la reina Sigelinda hacer donaciones de oro rojo por su hijo". Lo más seguro es que ese "oro rojo" fuese cobre. Como señala José Miguel Mínguez Sender, traductor de esta edición (Alianza, 2016), esto indica que "Sigfrido, antes de su mayoría de edad, ya era dueño de su tesoro".
    Lo mismo sucede con el episodio del dragón, la escena más famosa del cantar, en el que Sigfrido tiene que luchar contra el dragón Fafner para arrebatarle el tesoro de los Nibelungos. Aquí estamos ante un punto más que interesante para analizar:




  Fafner es el guardián del tesoro. Él, un enano anteriormente, había sido convertido en dragón por su avaricia. La imagen del dragón como guardián de un tesoro pasará a los cuentos (El niño afortunado, Las plumas del dragón...), todos ellos herederos de Fafner; lo mismo que Smaug en El hobbit e incluso el insufrible Eustache de Las crónicas de Narnia 3, que por su codicia al intentar robar un tesoro queda convertido en dragón. No hay nada nuevo bajo el sol... 
   Pero el dragón como guardián (o bien la serpiente) está presente curiosamente en TODAS las culturas del mundo, desde Rusia hasta Japón. A veces, la historia presenta muchas lagunas en nuestro remoto pasado, lagunas que quizá solo estas historias y símbolos podrán ofrecer la clave algún día...




  El tesoro juega un tercer papel en los Nibelungos cuando el personaje de Hagen lo arroja al río Rin. Desde entonces, los alemanes alabaron a este río como padre espiritual de Alemania y su dorado resplandor. Realmente es un espectáculo contemplar el Rin, con sus orillas llenas de castillos, bosques y viñedos, sobre todo desde el monumento al II Reich que se alza sobre la preciosa (visita obligada) ciudad de Rudesheim.
   Playmobil ha tomado buena nota de ese prestigio del tesoro en lo germánico-nórdico, no podía ser de otro modo. Tanto en las referencias 3137 como en la 5003, 3152 y 5371 aparece un tesoro como parte de las piezas de los vikingos:






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